Era viernes y debía ir a trabajar, pero cuando me levanté un insoportable dolor se apoderó de mi estilizado cuellito y tuve que volver a recostarme.
Los minutos pasaban y el dolor se intensificaba, tanto así que no era capaz de girar la cabeza en 360º como lo hago todas las mañanas ni menos hacer mis ejercicios de elongación y rugby express. Así que no me quedó de otra que molestar a mis amigos profesionalmente titulados de kinesiología para que me aconsejaran como bajar la intensidad del dolor. Pero no había formula para aliviarme. Solo debía esperar.
Entre tanto nerviosismo, llanto y hambre (cuando tengo pena como) me dieron unas ganas incontrolables de ir al baño. Mi pobre novio intentaba por todos los medios ayudarme, pero era un reto casi imposible. El dolor me superaba.
Cuando eran las 10 a.m. recordé que seguia postrada en mi cama y llamé al trabajo para dar aviso de mi terrible dolor. Mi jefe tenía el contestador y traté de dejar el mensaje lo más resumido para no quedar a medias con la grabación.
Don Ronaldo, habla Pamela. Si, la vendedora estrella.
Hoy no podré ir a cerrar esa venta que tanto espera.
Traté de levantarme de la cama de todas las formas posibles, pero se me hizo imposible.
PD: Me recetaron tomar reflexan.
No me quitó el dolor, pero chucha que se siente rico!
