Una tarde caminaba por la congestionada plaza Maipú. Dentro de la muchedumbre logré divisar a un hombre con un gorrito muy pintoresco, el caballero estaba sentado en un piso con una pequeña mesa un tanto improvisada, con un pañuelo rojo que la cubría y unas barajas de naipes sobre aquel pañuelo.
Sentí un impulso de querer saber que me preparaba el destino y sin pensarlo me acerqué, tomo asiento, me mira y dice: toma 3 cartas con la mano derecha mientras me dices tu pregunta.
Obviamente pregunté por el amor, quería saber si me casaría con el joven que era mi pareja en ese tiempo.
Entre las preguntas que me hacía quiso que le contara como me llevaba en la parte sexual con el muchacho que salía, por lo que respondía gustosamente ya que al ser un hombre mayor sentía que podrían ser consejos de un padre.
Esa noche me llamó muy tarde, no entendía el motivo de su llamado, solo hablaba de sexo mientras que yo seguía respondiendo. En un momento me dice: donde tienes tu mano ahora¿?… ahí quedé un poco cachua porque pa´ que quería saber algo tan tonto!!!… y le digo estirada con el control remoto, ya te había dicho que estaba viendo tele. – y la otra ¿?... terminé cortándo el teléfono, me cargó que preguntara cosas tan absurdas.
En que afectaba en la conversación saber donde yo tenÍa mis manos¿?